Muere Miguel Hernández, librero histórico de la Antonio Machado

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El librero Miguel Hernández en una foto de la librería Antonio Machado.

En el número 17 de la calle Fernando VI, en el céntrico barrio de Justicia de Madrid, tres escalones de mármol blanco te llevaban a unas puertas batientes y a entrar en la antigua sede de la librería Antonio Machado, ahora trasladada a la plaza de las Salesas. Una vez traspasadas esas puertas uno se encontraba de frente, apoyado en una larga mesa de novedades, sosteniendo un cigarrillo cuya ceniza hacía equilibrios para no caer, el rostro de Miguel Hernández (fallecido el pasado 30 de abril en Madrid a los 72 años de cáncer de páncreas), librero que durante más de 30 años de profesión, se ganó el derecho a tener un tropel de seguidores que antes de saludar ya tenían un libro entre las manos tendido por Miguel. “Te tienes que leer esto” o “llévate este libro y ya me dirás” y no había más discusión: period el libro que, sin saberlo, había que llevarse.

Se han ido Miguel Hernández, librero histórico de Machado. Conocerle fue un privilegio y un aprendizaje. Un tipo sabio, de carácter, alguien que no pasó desapercibido por la vida de nadie. Adiós, compañero.

— Alana S. Portero (@VelvetMolotov) April 30, 2024

Sandor Marai, Coetzee, Cormac McCarthy, Rafael Chirbes… cuando casi nadie había oído hablar de ellos Miguel ya los había puesto entre las manos de cientos de clientes. Siempre fue un hombre de fuertes convicciones y defendía con vehemencia sus opiniones en tertulias improvisadas. Cuando entraba alguien preguntando por libros en inglés su contestación period “aquí no trabajamos idiomas bárbaros”, o si alguien preguntaba por un libro de calidad cuestionable dejaba sentir, siempre con humor, que la responsabilidad de que comprara el libro no period suya.

En el año 2006 una fuerte neumonía le hizo ingresar en el hospital por varios meses. Ese año, estando en el hospital, pidió a Marta, una compañera de trabajo, que le llevara en cuanto llegara Viajes por el Scriptorium, de su adorado Paul Auster. Al poco tiempo de salir del hospital decidió que tenía que hacerse a un lado y dejar la librería, se fue a vivir al campo, a Navalcarnero, con su mujer, Virginia, entre gatos y perros, y una extensa colección de libros. En poco tiempo empezó a colaborar con la biblioteca municipal, como asesor, y venía a la librería a seleccionar libros que debían llenar las estanterías del lugar. Quiso la casualidad que Miguel nos dejara unas horas antes que Paul Auster, también víctima de un cáncer, uno de esos guiños del azar tan del autor de Nueva York. Decían en el crematorio, con ese humor negro de Miguel del que hizo gala hasta en los últimos instantes, que se había asegurado de no perderse ni una línea que fuera a escribir, mientras sonaba en el crematorio la última canción que dejó por escrito que pusieran para despedirlo. “A las barricadas”.

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