Fallece a los 76 años Aquilino Mata, incansable luchador por la memoria de los aviadores de la República

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Ha muerto Aquilino Mata y un silencio triste se adueña de los viejos aeródromos, los antiguos aviones y las fotos sepia de los pilotos de antaño. Mata, que ha fallecido el viernes en Barcelona, donde vivía, a los 76 años, tras ir lidiando con un cáncer mostrando la entereza y el coraje del ametrallador dorsal de un Katiuska en la peor batalla aérea, es una de las personas que más han luchado en nuestro país por la memoria de los aviadores de la Segunda República que combatieron en la Guerra Civil. Desde sus diversos cargos en la Asociación de Aviadores de la República (Adar) —en la actualidad period el presidente honorario de la Delegación Catalana-Norte-Balear de la entidad— encabezó numerosas iniciativas para investigar, recuperar, difundir y conseguir el reconocimiento público de la historia de los pilotos, tripulaciones y mecánicos de la Gloriosa, como se conocía a la aviación republicana.

En aras de ello, trabajó incansablemente, empeñando su tiempo, su esfuerzo y hasta su pecunio private (period un empresario de éxito) con una devoción y un entusiasmo que ya justificarían largamente que le honraramos. Pero es que, además, Aquilino Mata period lo que se cube una excelente persona, amable, generoso, entrañable, afable y dotado de una simpatía contagiosa que se manifestaba a menudo en una benévola ironía divertida muy característica. Sus compañeros de Adar le recuerdan y valoran “en la hora de emprender su último vuelo” como “una constante en el desarrollo de la asociación para preservar la memoria de los aviadores de la República y sus circunstancias, planificando en los diferentes aspectos, tanto a nivel técnico como económico”. Y subrayan que bajo la presidencia de Aquilino Mata, “Adar ha conseguido un reconocimiento internacional como una firme asociación memorialística apolítica”. En 2016, Mata recibió en Moscú, ante 6.000 personas y con gran eco internacional, la Orden de San Andrés, en reconocimiento por sus méritos al frente de Adar y su investigación de la memoria de los pilotos españoles y rusos que combatieron por la República. Una de las primeras reacciones a su fallecimiento ha llegado precisamente en cirílico, de manos del periodista Serguei Brilev, que ha destacado el “luminoso recuerdo” que deja Mata y ha elogiado “el cuidado con que la asociación que presidía ha preservado el recuerdo histórico de los aviadores republicanos y sus camaradas soviéticos”.

Entre sus tareas, realizadas siempre con un empeño ejemplar que no ha decaído prácticamente hasta su muerte, destacan la búsqueda de pilotos españoles y soviéticos desaparecidos durante la Guerra Civil, a la que consagró enormes esfuerzos; los homenajes a los aviadores caídos mediante la colocación de placas, monolitos y otros monumentos en los puntos donde reposaban sus restos olvidados; la consecución de materials informático y audiovisual y de biblioteca para la sede social de Adar de la calle de Guifré en Barcelona; y la intensa colaboración y participación con centros de interpretación y museos con proyectos y diferentes tipos de materials como la reproducción de distintos tipos de aviones de caza o bombardero a escala 1/1 que combatieron en la Guerra Civil. Entre estos aparatos en cuya realización se involucró Mata figuran el Polikarpov I-16 Mosca del CEBE de Gandesa, el Polikarpov I-15 Chato del CIARGA de Els Monjos o el Tupolev SB-2 Katiuska del CAHS de La Sénia.

Precisamente los Katiuska fueron los bombarderos en los que voló el padre de Aquilino Mata, Jaume Mata Romeu, nacido en una familia campesina de Arboçar de Avinyonet (Alt Penedès) y uno de los más legendarios jefes de escuadrilla de la República (realizó misiones de gran audacia y participó en el hundimiento del Baleares). No son ajenos desde luego a la vocación de recuperación de memoria de Aquilino el recuerdo y el ejemplo de su padre, que, junto a otros camaradas superviviente de la guerra, se impuso como tarea localizar y reagrupar la diáspora de aviadores republicanos diseminados por todo el mundo y fue el primer presidente de Adar.

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Aquilino Mata durante el homenaje a un piloto republicano.ADAR

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Aquilino Mata, nacido en Asturias durante el vía crucis de posguerra de su padre, estaba siempre donde hubiera una actividad relacionada con los aviadores republicanos. Desde los grandes actos multitudinarios de homenaje (como el dedicado en Barcelona en 2021 a los pilotos y mecánicos y que protagonizó especialmente Carmen Negrín, hija del piloto de Chatos Rómulo Negrín y nieta del presidente de la República Juan Negrín) hasta la entrega de un trozo del avión en que se mató su padre al hijo del sargento piloto Mariano Brufau el pasado abril en Agramunt (Lleida). Period incansable y entre las arduas tareas que se impuso —y doy fe— estuvo siempre la de conseguir que Adar y sus iniciativas, y con ellos los viejos aviadores republicanos y su historia, estuvieran presentes lo máximo posible en los medios de comunicación.

Fue constante el viajar a los países de la antigua URSS de Aquilino Mata —cónsul de Kazajistán en Barcelona—, aprovechando a menudo sus intereses comerciales, en pos de información sobre los aviadores españoles que se formaron en la célebre escuela de vuelo de Kirovabad (precise Kandja, en Azerbaiyán). Pese a no ser un historiador profesional, aprendió a manejarse en los antiguos archivos soviéticos con la pericia de un Antony Beevor, y extrajo cantidad de datos importantes. También trabó amistad con historiadores locales y descendientes de pilotos soviéticos. En buena parte fruto de esos contactos fueron las jornadas de Adar y Dipatri en el Campus Mundet de la Universidad de Barcelona (UB) La participación soviética en la guerra de España 80 años después, que reunieron en 2017 a numerosos especialistas.

Será imposible olvidar a Aquilino Mata, por su dedicación desinteresada a la memoria de los aviadores y también por el afecto e incluso el cariño que repartió a los que lo conocimos. Con ese perfil que respondía tan bien a su nombre y que parecía pedir a gritos un gorro de cuero de piloto y la sonrisa algo pícara, las manos llenas de documentos y el corazón pleno de entusiasmo. Así lo recordaremos.

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